Hay que subir hasta el cuarto piso, ahí es el lugar para el encuentro. “¿Esperamos el ascensor o vamos por la escalera?”, pregunta Carolina Luján. A los 32 años es la ajedrecista número uno de la Argentina. El estudio y su sagacidad con los trebejos la elevaron al status de Gran Maestra Internacional y se consolidó como primer tablero del equipo olímpico femenino que este año competirá en la cita que se realizará en Batami, Georgia. La escalada escalón por escalón, parece transformarse en la mejor metáfora para definir a una mujer que le escapa a la comodidad.

Cuando llegó hasta la cuarta planta, buscó el tablero y acomodó las piezas y se dispuso a charlar con Enganche sin reparos. “Soy de ir al ataque, de chica era más salvaje, pero este juego te enseña a no morir en el estilo”, reflexiona la deportista de General Rodríguez que llegó a la final en un mundo de hombres. Y ganó.

-En un universo que dominan los hombres, ¿alguno intentó hacerte trampa?

-Un montón de veces. En los apuros de tiempo, por ejemplo, te tiraban las piezas. Si no tenés experiencia y no llamás al árbitro, ahí perdiste segundos. Una vez me pasó en una competencia de carrera de peones; la partida la tenía ganada, yo era una nena y mi rival un tipo más grande que me tiró las piezas. Entonces, en la confusión, acomodó mal los trebejos para sacar ventaja y salió un empate. Alguien del público lo vio y lo empezó a insultar por tramposo; terminaron a las trompadas. También me pasó mucho que se cuestionara si las mujeres pensábamos lo suficiente como para jugar al ajedrez.

-¿Las mujeres siguen siendo minoría en el ajedrez?

-Sí. Ha crecido mucho la participación de las mujeres en los torneos, pero seguimos siendo una minoría. En un abierto de 500 participantes, si hay más de 20 mujeres ya es un logro. El ambiente del ajedrez históricamente fue un espacio de hombres. Cuando era chica, en muchos de los torneos a los que iba a jugar había un solo baño.

-¿Se puede tomar al ajedrez como una profesión?

-Si estás dispuesto a hacer los esfuerzos necesarios, podés hacer de tu pasión una carrera para toda la vida. Tenés que aprender a combatir las frustraciones. En mi primer torneo me comieron todas las piezas. La pasé muy mal. Perdía y cada partida salía llorando. Tenía 8 años y mis papás me contaron que después de esa competencia, ellos me sentaron y me dijeron: “Si no la querés pasar mal, podés hacer otra cosa”. Y yo les contesté: “No la quiero volver a pasar mal, así que voy a estudiar”. Dos años después, en ese mismo torneo absoluto, jugando contra varones, salí campeona.

-Jugaste en más de 40 países y participaste de ocho olímpiadas de ajedrez. Con todo ese recorrido, ¿jugás como sos?

-Se trabaja sobre ese perfil. Soy muy ofensiva para jugar y es un poco como soy en la vida. Digo las cosas que me parecen y cuando me parecen. Y eso de ir al ataque todo el tiempo tuve que aprender a manejarlo. El estilo de juego tenés que adaptarlo al torneo que estés jugando y al rival que tengas enfrente. Yo no soy partÍcipe de insistir con modelos de juego, cuando es obvio que no te va a servir. No hay que morir en el estilo. Tenés que aprovechar tu potencial según a quien tengas de oponente. Me gusta entrenar jugadores, me encantaría ser DT de cualquier equipo. Pero como mi carrera sigue activa es difícil. He dado clases, pero no me da el tiempo. Hoy elijo competir y trabajar en la gestión.

-Hay quienes de afuera ven al ajedrez como algo aburrido…

-El ajedrez te lleva a tomar decisiones todo el tiempo. Aprendés a calcular. Cuando el público ve una posición en el tablero, no es lo mismo que está viendo el jugador. Estás calculando mínimo tres o cuatro jugadas adelante. En tu cabeza pasan un millón de cosas. Tu corazón va y viene. A veces estás ahí pensando y te das cuenta que hiciste una jugada mala. Y decís: “Uy, que no vea ese movimiento, que no lo vea”. En ese momento te sube un calor por adentro... Te sentís prendida fuego y no querés que todos vean que te estás muriendo. Y no sabes qué hacer: si me levanto, mi rival por ahí sospecha; si me hago la que estoy pensando, también va a querer buscar qué pasa. Empezás a pensar todo eso. Jugar torneos implica este nivel de tensión. Es más, tenés que tener estado físico para llegar en las mejores condiciones posibles. Es adrenalina todo el tiempo. Además, entreno fútbol y handball.

-El tema de la maternidad, ¿puede alejar o llevar al retiro a las jugadoras?

-Sí, de hecho Judith Polgar se retiró después de ser mamá. Imagino que ella tenía los recursos económicos para seguir. Pero la mayoría no puede elegir. Los dirigentes podrían poner guarderías, pero a nadie se le cruza por la cabeza. Imagínate que matan mujeres todos los días, las violan, las tiran a la basura... La misma sociedad piensa: “Se está quejando del ajedrez, qué superficial”. Una cosa no quita la otra. Esto pasa porque mucha gente entiende que esto es una pavada, que dejar a la mujer de lado es algo tonto, no permitirle que progrese es algo liviano, subestimarla es un tema que no tiene sentido, el acoso es una tontería, y no es así. ¿Por qué tiene que ser algo natural que no acepten un “no”? Y eso creo que va a ir cambiando cuando las próximas generaciones vengan con otra formación y otra mentalidad. Yo fui criada en esta sociedad, todavía tengo muchas cosas machistas. Cuando fue la masacre de Hurlingham en la que un tipo mató a la mujer, a la hermana… Vanesa era mi compañera de fútbol. Me levanté, empecé a mirar en el grupo los mensajes, y era ella. Fue horrible.

Hay una pausa porque aquel episodio todavía le duele y se advierte en las lágrimas que Carolina se seca. “El maltrato, el acoso, es de todos los días; y aunque los casos no lleguen a homicidio, las mujeres tenemos que denunciarlos”, enfatiza.

-¿Te parece injusto que se crea que pensar en el feminismo sea sólo detenerse en la iguald entre el hombre y la mujer?

-Sí, me parece injusto. Yo intento luchar por la igualdad real, que sea equitativo realmente. Por ejemplo, el tema del aborto es un tema complicado, pero las mujeres tienen que tener el derecho de elegir. Y además es algo que pasa en esta sociedad, entonces hay que legislarlo. Y la que no quiera abortar, que no aborte.

-¿Qué harías para difundir más el ajedrez en nuestro país?

-Yo creo, estoy convencida, que si el ajedrez se hace más popular, van a jugar más mujeres, cuánto más masivo se haga el ajedrez, también va a llegar a esas minorías. Una forma de trabajar en ese sentido es hacer que el ajedrez sea más visible. Tiene cosas buenas, como esto que se juega por Internet. Se juega en las tres edades. O sea, un juego puede estar en una plaza, en un club, en la escuela, la universidad, un jardín de infantes, puede estar en cualquier lado. Puede ser una herramienta educativa, un deporte, un lenguaje único. Entonces, es muy versátil, transversal a muchas cosas. Y creo que eso los dirigentes deberían tratar de fomentarlo y de usar ese punto fuerte que tiene el ajedrez para llegar a todos lados. En la UNTREF formamos instructores de ajedrez. Diseñamos la carrera con la gente de la Universidad, con la parte académica, con todos. Este es nuestro cuarto año con la diplomatura. Pero esto lleva tiempo. Cuando tengamos una masa de instructores recibidos vamos a poder luchar para que el ajedrez esté en las escuelas en forma sistematizada, a nivel nacional, que sea inclusivo, que sea innovador. Y esto se hace con trabajo a largo plazo. Y esto mismo va a servir para promocionar el ajedrez y que vuelva a tener el lugar que tuvo en la Argentina. Porque a mí me cuentan, que cuando se jugaba el campeonato del mundo entre Fischer y Spasky, vos entrabas a un local y había un tablerito de ajedrez, la gente seguía con mucha afición el campeonato del mundo. Hoy no saben quién es Magnus Carlsen, el actual campeón. Y la verdad es que la Argentina tiene mucha historia, llegó a ser subcampeona olímpica, detrás de Rusia. Tenemos cinco campeones mundiales juveniles. Hoy Argentina está entre los 20 o 25 mejores países del mundo, un deporte donde compiten de forma federada más de 150 países. Podemos volver a la época dorada si trabajamos bien.

Mar Hernandez Roque